El Caso de Baby K ha sido un caso paradigmático en el mundo de la bioética. El 13 de octubre de 1992 vino al mundo Stephanie Keene (Baby K) en el Hospital de Farifax (Virginia-Estados Unidos). Durante el embarazo el ginecólogo había diagnósticado que Baby K sufría anencefalia mediante una ecografía. La única parte que se había desarrollado durante la gestación era el tronco del encéfalo (parte responsable de las funciones autónomas, control de la respiración, frecuencia cardíaca, presión arterial..).
Los doctores recomendaron a la madre que pusiera fin a la gestación, recomendación que no fue aceptada por la madre debido a sus fuertes creencias religiosas. La madre opinaba que toda vida debía ser protegida y continuo con la gestación.
Al nacer tuvo que ser apoyado con ventilación mecánica ya que sino fallecería. A los pocos días los médicos recomendarón suspender la ventilación entendiendo que no cumplía ningún objetivo terapéutico ni paliativo; a lo que la madre se nego. Los médicos entendían que era inapropiado seguir luchando por la vida del recién nacido porque la anencefalia era una situación irreversible e incompatible con la vida. Además entendían que esa situación no podía ser denominada "vida". Mes y medio más tarde se consiguió desconectar a la bebe y se envió a otro centro. La madre aceptó pero informó que llevaría a su hija de nuevo al hospital si volvía a presentar alteraciones respiratorias.
Cuatenta y cinco días después, la bebe fue conectada de nuevo al respirador artificial durante un mes. Esta situación acompañada de múltiples problemas médicos se repitió cada pocos días; generando múltiples procesos de intubación.
El cuerpo médico entendía que era fútil seguir cualquier tratamiento médico debido a la irreversibilidad del cuadro y que la muerte sobrevendría a pesar de cualquier cuidado. Esta opinión no era compartida por la madre. El Comité de Ética del Hospital se reunió junto con un psiquiatra, un religioso, un médico general ajenos al caso y se incluyó al padre de Baby K. El Comité concluyó que desde el punto de vista ético era fútil continuar con las maniobras.
El caso acabó en el Tribunal Federal del Distrito Este de Virginia. Este tribunal apoyandose en una antigua ley falló en favor de la madre. La redacción de la ley requiere que los pacientes que se presentan con una situación médica de emergencia deben obtener el tratamiento que pueda ser necesario para estabilizar el estado de salud antes que sea trasladado a otro centro. Como resultado de esta sentencia Baby K fue mantenida con vida mucho más tiempo de lo habitual para los bebés anencefálicos y falleciendo de una neumonía el 5 de abril de 1995.
Se ha debatido mucho sobre el caso, en algún caso se ha planteado que el tribunal no debería haberse basado en los cuadros de distress respiratorio sino en la irreversibilidad de la anencefalia.
Es obvio la importancia de este caso en el ámbito de la bioética, ya que aborda dilemas de gran importancia... la definición de muerte, la dignidad de la vida, el concepto de medicina inútil e incluso de encarnizamiento terapéutico, etc...
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