La relación entre prestadores de servicios sanitarios (hospitales y centros de salud) y los proveedores de productos como fármacos y otros (protésis, etc...) siempre bajo el punto de mira...
Los defensores a ultranza de la libertad de prescripción defienden que este principio garantiza a los ciudadanos que van a recibir el tratamiento adecuado a su dolencia, independientemente de otros intereses de la administración, como puede ser el ahorro. Por otro lado, se defiende que en muchas ocasiones la industria realiza una fuerte presión sobre los profesionales con objeto de incrementar las ventas, independientemente de la calidad objetiva de sus productos. Unos y otros se definen como los mejores defensores de los intereses de los ciudadanos... quizás fomentar la participación real de los ciudadanos y la transparencia sobre los beneficios obtenidos, ayudaría a que los protagonistas verdaderos pudieran conformar una opinión...
Aunque también debemos reflexionar que en ocasiones hablamos de la participación como una especie de conjuro de todos los males, y la realidad es que una verdadera participación implica la transparencia en los datos, pero también un conocimiento previo del que no siempre disponen muchos ciudadanos (por lo especializado del tema). La existencia de una vinculación emocional y confianza con el profesional médico que atiende al paciente, y en cuyas manos pones tu vida... junto con esa falta de conocimiento específico hace que en ocasiones esa participación, esa democratización de las decisiones como conjura de los intereses de unos pocos.. no sea tan fácilmente aplicable.
Aún así, avanzar en ese camino es clave y entiendo que lejos de perjudicar, beneficiará el camino de una verdadera participación y de un desenmascaramiento de intereses bastardos que existen en todos los ámbitos.
En una ocasión, en un hospital de África subsahariana la gerente de un hospital me decía con cierta sorna.. "¿pero puede ser la salud un negocio?"...
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